Ahora sé que soy poeta.
No es que tenga una contraseña.
Tampoco un cuerno de unicornio
que me identifique
y al verme se sepa, sin duda, que soy poeta.
No hay distintivos legales ni físicos que
que soporten mi ocupación.
No existe una partida de bautismo
para registrarse como poeta.
No hay formas que definan a un poeta
y menos a mí.
Es sencillamente una cuestión de actitud.
Se nace poeta
como se nace vaca
o mujer
o hormiga.
La cosa es descubrirlo y aceptarlo.
Dejar que el cuerpo,
eso que nos define y nos trasporta,
sea el puente entre la poesía y la vida.
No importa si lo que se escriba
sea peso pesado en la literatura nacional.
Lo que se diga es un juicio de valor
no un fin último.
No escribo para competir con nadie.
Escribo porque vivo y siento.
Así como fabrico colores
bien podría hacer panes
si hubiera nacido panadero.
Señoras y señores,
así no se me vea
así parezca que ando siempre de perfil,
soy poeta.
Nací poeta.
Santifíquense ante mí.
Haré que sientan de si mismos
que se detengan y dejen de huir de sus instintos
que no se olviden de sentir
porque no hay que los acompañe a cantar sus desgarramientos.
En definitiva,
soy un científico del deseo.