Se reúnen cuando no es necesaria la esperanza.
El amor les preocupa más que una enfermedad terminal.
Respiran para sentirse menos agobiados por el humo de cigarrillo.
Están solos con fantasmas bajo la piel.
Son los contemporáneos del olvido.
No hay mapas hacía la muerte,
lo saben,
por eso duermen en desmayos.
El gris los invisibiliza entre vino y conversaciones.
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